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Colombia en la informalidad: ¿una realidad que se agrava con migrantes venezolanos?


BOGOTÁ - COLOMBIA.

Humberto y Jordi son dos inmigrantes venezolanos que suben todos los días al transporte público a cantar, para recoger el dinero para comer y dormir. (Karen Johana Sánchez, VOA)

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Ruston está en un puente de la esquina vendiendo galletas, mientras Nelitza atiende, en el salón de belleza, a una clienta. En esa misma mañana, Jordi y Humberto se ganan la vida cantando rap en los buses. Ni qué decir de Zenaida, que ahora es vendedora de caramelos, tras forzosamente dejar de hacer empanadas. Todos ellos tienen algo en común: son venezolanos, no tienen los documentos para trabajar y se ganan la vida, a través del trabajo informal en Colombia.

Casi la mitad de la población urbana en Colombia (este número es mayor según algunas instituciones) vive de la economía informal y algunos expertos coinciden en que esta podría aumentar con el fenómeno de migración venezolana. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística DANE, la proporción de ocupados informales en 13 ciudades y 23 áreas metropolitanas, en el trimestre móvil (mayo-julio de 2018), fue 47,0% y 48,1%, respectivamente.

Con lírica o caramelos pagan por comida y techo

Jordi y Humberto se conocieron en Venezuela; tienen 24 y 23 años, respectivamente. El primero, ingeniero industrial, es proveniente de Valencia; el segundo es diseñador gráfico y llegó desde Maracay. Suben todos los días a los buses de transporte público, conocido como Transmilenio en Bogotá, para recoger el dinero para comer y dormir: en sus letras, imprimen el sentimiento de protesta contra la injusticia de su pueblo.

“Si no hacemos esto, no comemos, no dormimos”, cuenta Humberto, quien venía de trabajar en el área administrativa de una empresa, tenía un negocio de comercio independiente y hacía diseños para diferentes marcas de ropa, en Venezuela.

Por su parte, Jordi dice que es más fácil trabajar en los buses porque “en un restaurante trabajas 12 horas y te haces 30 mil pesos al día (9 dólares); en cambio, nosotros hacemos casi 80 mil pesos (25 dólares aprox.). Aunque a veces no es fácil. Hay unos colombianos que llevan hasta 12 años en este transporte y creen que uno viene aquí a lo mismo y no”.

Zenaida, de 29 años, también trabaja en los buses, de 7 de la mañana a 3 de la tarde, pero vendiendo caramelos. La policía colombiana le quitó una mercancía de empanadas por vender en la calle y hace 20 días ejerce este oficio. Era profesora de preescolar en San Felipe, y ahora debe ganar dinero para enviarle a su hijo. Ella dice que, “aunque no es fácil, prefiero hacer esto y no prostituirme (…) En el trabajo, hay más competencia de venezolanos que de colombianos; tú ves madres de tres niños, embarazadas. Mis hermanos, por ejemplo, andan en los buses con una niña”.

Las cifras actuales en Colombia sobre el incremento o no del trabajo informal, a causa de la migración venezolana, son solo aproximaciones académicas o estudios preliminares, como en el caso de La Gran Encuesta de Hogares GEIH del DANE. No es un censo como tal, sin embargo se cuestiona a las personas, entre otros temas, sobre es el proceso migratorio; a partir de esto, el departamento afirmó que en los últimos 12 meses, la tasa de desempleo de las personas que llegaron de Venezuela es del 19.3%, es decir, están enfrentando dificultades para incluirse. A esta cifra pueden pertenecer venezolanos que migraron o colombianos que habían estado en Venezuela y regresaron a su país.

“Las personas que están migrando son jóvenes, ansiosas de entrar al mercado laboral colombiano (…) La mano de obra que migra es activa y competitiva”, dijo el director del DANE, Juan Daniel Oviedo, en una rueda de prensa reciente.

De gerente de banco a vendedor de galletas callejero

Con un niño –su sobrino– anda Ruston, quien pasó de ser gerente de un banco a vendedor de galletas o dulces en un puente, incluso ha pedido comida en la calle.

Él llegó desde Cúcuta hasta Bogotá, tras caminar 28 días, junto a su hermano. Hoy, pagan casi 20 mil pesos (6 dólares) la noche para dormir los tres en una colchoneta, en una habitación.

Ruston Gómez (Der.), migrante venezolano, junto a Luis (Izq.) y Roibian, sus acompañantes de viaje. Foto: Karen Sánchez, VOA.

Pero esta situación no solo está en las calles. Nelitza salió de Maracaibo, hace 6 meses y dejó dos hijos –de 9 y 16 años– en su país para poder enviarle dinero a su familia desde Colombia. Ofrece, desde hace tres meses, los servicios de arreglo de uñas y depilación en un salón de belleza.

Vive y trabaja con tres venezolanos más y, aunque dice que no es fácil encontrar trabajo, siempre se han topado con alguien que les ayude. Ha trabajado arreglando casas y en el salón; afirma que a los colombianos les gusta el trabajo del venezolano y hasta tuvo problemas con una colombiana, por competencia y discriminación. Pero, señala que contó con el apoyo de las autoridades colombianas: “Yo no viene a buscar problemas. Trabajamos de sol a sol, no vale enfermarse; es nuestro único propósito. Tenemos que levantarnos todos los días con ganas de trabajar”, puntualiza.

Nelitza González, una migrante venezolana que trabaja en un salón de belleza para ganarse la vida. Foto: Karen Sánchez, VOA.

El Centro de Estudios de la Asociación de Instituciones Financieras ANIF reportó 280.000 inmigrantes venezolanos (el 35%) que corresponden a una “población flotante”. El informe publicado en abril de este año está basado en el total de migrantes venezolanos que, según Migración Colombia, en ese entonces, era de 800.000 personas, unas 520.000 personas (el 65%) podrían permanecer en Colombia a través del “Permiso Especial de Permanencia”, lo cual las habilitaría para solicitar la expedición de su cédula de extranjería. Vale la pena aclarar que desde abril el número de venezolanos entrando diariamente a Colombia ha aumentado y algunas organizaciones ponen en duda las cifras que el gobierno presenta.

Además, señala que “Colombia tiene estructuralmente en promedio unos 2.4 millones de personas buscando empleo y que no lo encuentran, luego un adicional cercano a los 250.000 oferentes (que pudieran quedarse en Colombia) claramente deteriora la seguridad ciudadana y las perspectivas de ingresos laborales en los estratos más bajos”.

Por otro lado, el informe indica que “el número de venezolanos buscando trabajo en Colombia oscila entre 200.000 y 600.000; y la probabilidad de contratación puede ser, digamos, del 20% o del 50% ,añadiendo que “esta creciente fuerza laboral eleva la informalidad en Colombia”.

Más de la mitad de venezolanos registrados en Colombia tienen trabajo

Desde una mirada académica, el observatorio laboral de la Universidad del Rosario publicó, en agosto del año pasado, un estudio sobre las características de los migrantes de Venezuela a Colombia. Según este, los migrantes de Venezuela, detectados en la encuesta GEIH (348.312), no presentan niveles educativos particularmente elevados (más del 80% cuenta como máximo con educación secundaria), y la cohorte migrante más reciente muestra una mejora relativa en su nivel educativo (se reduce el porcentaje de venezolanos con educación primaria o menor, y se incrementa el de migrantes con educación secundaria o superior).

En materia laboral, dice el estudio: mientras que el 67,32% de los migrantes que llegaron a Colombia hace más de 2 años y menos de 5 están ocupados, la ocupación de los que llegaron hace menos de dos años es menor en 10 puntos porcentuales (57,2%) y el porcentaje de desempleados es mayor (15,7% vs. 10%). Cabe anotar que no hay un dato puntual sobre informalidad; solo en la población total que tiene o no un empleo.

Iván Daniel Jaramillo, del observatorio laboral, dice que “la presión migratoria hacia laboral colombiano lamentablemente ha impactado más la informalidad. En lo que más se ocupan es en el área de servicios (Domiciliarios, peluquería informales, comercio informal, etc.) y la construcción”. Y, aunque no hay cifras exactas, un estimado puede indicar que actualmente hay un “70 por ciento de informalidad entre los migrantes, caracterizada por la ausencia de derechos de vinculación laboral y seguridad social”. Para el observatorio, la informalidad en Colombia es de un 65 por ciento y este podría incrementar.

Para él, esta problemática debe ser más vigilada y reglamentada a nivel gubernamental y a través del sector privado: “el tema de recepción laboral, políticas de priorización de servicios públicos y empleo debería estar presente. Tema de presencia institucional de vigilancia y control y, fundamentalmente, de incentivos a la formalidad”.

¿Una oportunidad?

No obstante, Rafael España, Director de Investigaciones Económicas de la Federación Nacional de Comerciantes Fenalco, la migración venezolana puede verse como una oportunidad más que una amenaza.

Para él, la informalidad en el país obedece a una serie de factores complejos y la migración venezolana no sería para primera razón. Aclara también que hay migrantes venezolanos muy preparados. “Hicimos una encuesta en el mes de marzo, entre algunos comerciantes, sobre todo en la costa Caribe y también en Bogotá y sorprendentemente del 100 por ciento de los empresarios encuestados, el 20 por ciento ha dicho que ha contratado personal venezolano y reportan que no los discriminan en sus ingresos (…) No todas las personas venezolanas son de baja calificación; nos encontramos con personas muy

competentes. Por ejemplo, personas trabajando en hoteles o restaurante, en al costa caribe, y son ingenieros de petróleos, les toca y lo hacen muy bien”.

Entre los beneficios, dice España, se encuentran el aumento de la productividad y la exigencia laboral en Colombia, producto de esa inyección inesperada de la fuerza laboral venezolana.

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