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El viacrucis de tres turistas latinoamericanas detenidas ilegalmente en Francia


Por no haber reservado un hotel para la noche de tránsito que pasaban en París, fueron detenidas y enviadas a la zona de personas “no admitidas” en Francia. Recintos que las ONGs denuncian como prisiones soterradas donde se violan los derechos de los extranjeros. Las tres turistas latinoamericanas lo confirman.

Wilma, Jennifer y Liliana llevan cerca de un mes “retenidas” en Francia. Al llegar al aeropuerto Charles de Gaulle de Paris, la policía las detuvo durante varias horas, sus pasaportes fueron decomisados al igual que su equipaje. Después las trasladaron a una de las llamadas “Zonas de Espera” en donde permanecieron varios días “prisioneras”, denuncian ellas. Su delito: no haber reservado un hotel para la noche de tránsito que iban a pasar en la capital francesa antes de tomar sus respectivos vuelos hacia sus destinos finales en Suiza y España.

Jennifer fue diagnosticada con cáncer hace cinco años. Con gran sacrificio, sus padres le dieron un viaje a Madrid como regalo de cumpleaños. La agencia de viajes que le vendió en Colombia los tiquetes de avión no le explicó, afirma ella, que las normas francesas exigen una reserva de hotel aun si solo se va a pasar una noche en tránsito. Tampoco se lo explicaron a su compatriota Liliana cuando compró el viaje de vacaciones a Madrid. “Me dijeron que podía hacer escala en París y mire lo que me encontré: llevo 27 días retenida”.

Wilma, venezolana, viajaba a Suiza para ver a su hijo enfermo. Ella también ignoraba los trámites exigidos a los extranjeros para poder entrar a territorio francés. Y aunque durante su detención cumplió con todos los requisitos, lleva 21 días sin conseguir que le devuelvan su pasaporte y su equipaje. “No sé qué más quieren de mí. Lo único que les pido es que me dejen continuar mi viaje hacia Suiza donde está mi hijo enfermo”, afirma.

La Zapi 3

Las tres se conocieron en la llamada ZAPI 3, la “Zona de Espera” más grande de Francia, ubicada en Roissy, a unos pasos de la pista de aterrizaje del aeropuerto Charles de Gaulle, donde tiene lugar el 90% de entradas al país. En 2016, unas 7000 personas fueron detenidas en la ZAPI 3.

Allí son enviadas las personas que llegan a Francia a partir del momento en que las autoridades

aeroportuarias consideran que no cumplen con las condiciones de admisión en territorio francés, como la visa, el pasaporte, la reserva de hotel en Francia, un seguro médico y el tiquete de vuelta. También deben presentarse justificativos de recursos financieros de entre 65 y 120 euros por día de estadía en Francia.

“La presentan como un hotel, pero en realidad uno está ahí detenido. Todo lo que te prive de libertad se llama prisión”, asegura Wilma y agrega que durante el tiempo en que estuvo en la ZAPI 3 había 120 personas en la misma situación que ella, muchos de ellos venidos de diferentes países latinoamericanos

.

Estos lugares de reclusión se encuentran en las estaciones de trenes abiertas al tráfico internacional, los aeropuertos y los puertos de Francia. Aunque son recintos con dispositivos de ultra seguridad y cerrados al público, no dependen de la administración penitenciaria sino de la dirección de la policía de fronteras o de aduana (DCPAF).

Para ONGs como Anafé, enfocada en la defensa de los derechos de los migrantes en las fronteras de Francia, las “Zonas de Espera” son "prisiones" con otro nombre, áreas donde se violan los derechos de los extranjeros y las expulsiones son expeditas.

“Nos tratan como criminales”

Las tres mujeres denuncian que durante los días que pasaron detenidas en la ZAPI 3 no recibieron ningún tipo de ayuda ni asesoría. En cambio, hubo humillación y oprobio.

“Desde que llegas ahí, te sientes prisionera. Te quitan el celular y todas tus pertenecías. Te entregan elementos de aseo, una sábana y una tarjeta telefónica para que te comuniques con los tuyos”, relata Liliana para quien lo peor fue el ultraje de los agentes de la policía. “Nos metieron en un calabozo, nos esposaron, nos intimidaron, nos obligaron a desnudarnos, hasta los interiores, todo. Los policías se burlaban de nosotras”, narra ahogada en llanto.

El 11 de agosto, las tres turistas latinoamericanas fueron “puestas en libertad” a partir de un juicio. Pero la afrenta no paro ahí, describe Jennifer: “Nos tiraron a la calle y nos dijeron que fuéramos a recuperar nuestros pasaportes a la prefectura de policía de la ciudad de Bobigny. No sabíamos que eso quedaba en París y nosotras estábamos del otro lado de la ciudad. Nos fuimos caminando. Caminamos mucho. No teníamos dinero. Yo estaba muy enferma. Wilma pedía ‘aventón’ a los carros que pasaban y Liliana me cuidaba”.

En ese peregrinar encontraron gente solidaria que las ha acompañado en este viacrucis. Una pesadilla que puede enfrentar cualquier extranjero sobre el que caiga la sospecha de querer entrar al país de forma ilegal.

Como sus dos compañeras de infortunio, Jennifer asegura que no quiere estar en Francia. Si no logra irse es porque, hasta el momento, no les han devuelto sus documentos y, en consecuencia, tampoco les es posible recuperar sus maletas decomisadas en el aeropuerto. “Te tratan como si realmente fueras un criminal y tú terminas preguntándote: ¿A quién maté? ¿Qué traje de ilegal? Desde que estoy en Francia no puedo dejar de pensar en la etiqueta que te ponen aquí: ser latinoamericano es ser un inmigrante ilegal”.

Entrevista de Radio francia Internacional

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