
Un impactante reportaje de Channel 4 nos adentra en el angustioso mundo subterráneo que palpita bajo la capital Rumana
En Bucarest hay una ciudad secreta construida por parias y para los parias. Es una ciudad que bulle bajo las alcantarillas, bajo los cimientos de la capital, y sólo hay una forma de acceder a ella: Bruce Lee tiene darte permiso.
“Al descender, lo primero que notas es el calor, la lente de la cámara se empaña. Después oyes la música. Si hubiera un night club en el infierno, sería así”. Los periodistas Paraic O’Brien y Jim Wickens del canal británico Channel 4 se aventuraron el pasado mes de mayo a conocer el intrincado laberinto subterráneo que hace de hogar de cientos de hombres, mujeres y niños adictos a las drogas y afectados por el sida y la tuberculosis.
Cuando cayó el régimen comunista de Ceausescu había decenas de miles de niños en los orfanatos al cuidado del Estado. En 1990 se desveló que esas instituciones eran centros de maltrato donde los niños sobrevivían y enfermaban; eran campos de concentración. Pues bien, esos niños salieron a la calle con el cambio político y son los parias de la Rumanía actual, también ellos han tenido hijos. Los túneles que el dictador construyó para calentar la ciudad en invierno son ahora el hogar de los desposeídos que él creó.
Por la tarde los habitantes de la ciudad subterránea salen del agujero como si fueran no-muertos. Drogados, enfermos, siguen buscándose la vida. Pero cuando vuelven a la alcantarilla tienen un lugar caliente donde dormir, algo que comer y Aurolac, la pintura metálica que aspiran a modo de metadona. Bruce Lee provee de todo eso a sus hijos: a muchos los recogió de la calle cuando eran niños, y los ha visto crecer.
Es el caso de Nico, el niño que protagoniza junto a Bruce este reportaje. Tiene 17 años y aparenta 12 debido a los efectos de la droga. Nico recuerda que estuvo en el hospital, a punto de morir, y que Bruce fue el único que fue a verle. De hecho, impidió que Nico usara jeringas y sólo deja que aspire pintura. Le ha protegido de abusos sexuales: “Somos lo más bajo de la sociedad, pero también somos autosuficientes” explica el tutor de Nico, que tiene el cuerpo lleno de cicatrices de su infancia en el orfanato, cubiertas hoy por tatuajes que indican que él es quien manda.
Bruce sale de su reino bajo tierra descalzo, acompañado por sus soldados y su jauría de perros salvajes. Quiere que los periodistas conozcan a Raluca, una voluntaria que también maneja un centro para la gente de los túneles. Raluca, con una imagen respetable y limpia, abraza a Bruce y a Nico: “Querría matarle, pero hay mucha gente que depende de él. Somos una familia, con muchos problemas, pero una familia”.
Bajo las calles de Bucarest late una ciudad paralela
Drogadictos, sintechos, marginados y perros conviven en el subsuelo de Bucarest. Un fotógrafo italiano se ha atrevido a adentrarse en esos túneles de la capital rumana donde se mezclan el horror, la miseria y el compañerismo.
Su líder es un hombre que se hace llamar Bruce Lee y que, a modo de gorro y adorno, suele cubrirse el pelo con Aurolac, un disolvente tóxico al que muchos están enganchados.
Bruce Lee se ocupa de que haya siempre una comida caliente al día. Él, que fue un bebé abandonado por sus padres, quiso crear un hogar para los miserables que comparten túneles con él. No le resultó difícil aglutinarlos y organizarlos. Tiene ‘labia’ y, según dicen, madera de predicador.
Lo mismo que siempre lo siguen los perros, lo siguen algunos hombres. Tampoco le falta ‘carácter’. Ahora está en prisión, condenado por tráfico de drogas. Civilizó una parte de los túneles. Puso a los chicos a trabajar, a pintar paredes, a construir baños… Y les pagaba por ello. Bruce se encarga de que en el inframundo haya electricidad con generadores que ha ido ‘consiguiendo’. Hasta llegaron a tener un televisor. Pero a veces se va la luz y vuelven las velas.
Massimo Branca, el fotógrafo, reparó en estos túneles, al ver a una persona entrando en uno de ellos, frente a la estación central, cuando visitaba Bucarest como turista. Y en lugar de mirar para otro lado decidió adentrarse en ellos. Durante los últimos años ha vuelto en numerosas ocasiones. Quiere reivindicarlos: “La miseria sigue, es cierto, pero Bruce Lee les ofreció algo de dignidad”. Lo que no implica negar lo obvio: muchos de ellos delinquen para sobrevivir o para drogarse, y en los últimos meses la Policía ha llevado a cabo varias redadas por la alarma de los ciudadanos.